Han sido siete los meses que he estado contigo desde tan lejos. Han sido siete los meses que he estado escribiéndote cartas casi nunca contestadas y una muy larga que te escribía escribiéndome, para poder leerla y estar un poco contigo, eras tú, siempre tú a quien le contaba, eras tú, siempre tú de quien hablaba.
Han sido siete meses de esperanza.
Te conocí aquí en tu Praha y me deslumbraron tus gestos, tu belleza, tu voz. Todo en ti eran destellos.
Ya no podré escuchar tu voz; he vuelto para verte, para escucharte y he encontrado la irrealidad más irreal.
He encontrado la muerte con su rostro inhumano, aquella que porta el espejo de lo que no somos. La muerte privada de sueños con su bestial crudeza. No soportamos, no podemos soportar su presencia aplastante, el espanto que trae y tanto, tanto dolor.
He visto los ojos de tu hermana bogando por el vacío. Apenas podíamos entendernos, he creído entender que te mató un loco, en un arrebato sin sentido, has muerto sin ninguna razón.
Recuerdo estos siete meses y parecen el preludio de lo que estoy viendo, en esta Praga desconocida, llena de silencio y obscuridad. No es la Praha que me enseñaste, en la que vi tu rostro ruborizado, haciendo de guía en una pequeña barca.
Es una Praga muy negra llena de lúgubres tejados, los veo desde mi hotel, desde una planta demasiado alta. He venido a buscarte y veo estos tejados.
Me explicaste que no podías vivir en otra parte, que amabas tu ciudad en la que siempre habías vivido, me hablabas de sus noches, de las noches de tu Praha.
Esta noche no es tu noche no importa que parezca iluminada. Esta noche es la noche , la noche de nada. Esta noche es mi noche, donde mi mundo acaba, no habrá mar en mi tierra con su espuma blanca, habrá una noche muy negra con los tejados de Praga.
En la maleta está mi historia, escrita para ti, para que pudieses conocerme, me vuelvo con ella.
Desde ella te he amado, con ella te he hablado, sé que mi voz no te ha llegado, no te la he mandado, quería traerla, que conocieses mis recuerdos y todo lo que pensaba en ti. Esta carta que son muchas cartas ya no tienen sentido, quizás las queme o las guarde en algún cajón.
Eras tú quien escribía con mi mano enamorada, eras tu a quien miraba contándote mil historias que son mi vida y ésta la que te entregaba. Ya no valen confesiones, ya no vale nada, queda el abrigo negro para el frío de Praga. No quiero ver tu tumba, hoy no quiero ver nada; tal vez echarme en la cama y dejar que pasen los días. Que pasen con su triste cortejo de vidas truncadas, que se lleven a los niños de mi barrio, a los jóvenes de Granada. Que venga la muerte, que venga a mi cama, donde caben mil muertos, donde caben mil vidas con sus sueños y esperanzas.
Queda el abrigo negro para el frío de Praga, para no asistir al cementerio, para quedarme en esta cama, abrigo que no abriga, ninguna muerte calentada con sus negros cortejos, con sus marchas caídas, los murmullos y un cadáver muy joven ya muerto en ésta Praga, tejados de pizarra, silencio en sus calles heladas.
Más fría es la muerte allí donde cave con su triste pala.
Te quise contar mis penas, mis alegrías y me he quedado con esta carta. No se para qué mis confidencias, ni se para qué tanta palabra. Tanta gente habitándola con su luz y sus lágrimas.
No puedo llorar esta noche, no comprendo nada, solo queda este abrigo para el frío de Praga.
Te hablo de mis amores en ésta triste carta, te hablo a ti el mas hermoso, la más hermosa aún con esta muerte ya apagada.
Me hablaste de tu gusto por el arte, pero no quedan cuadros que mirar ni edificios que contemplar, no quedan jardines donde pasear, ni ríos, ni estrellas, solo queda obscuridad.
Te has llevado azul, mar y cielo. Te has llevado espuma, fulgor y estrellas, las nubes, el día y la noche
Me regalaste la vida y se fue contigo, solo quedan los tejados de pizarra y los mendigos allá abajo sin pedir nada, sentados con su desgracia, sin esperar, sentados durante horas con sus ropas raídas sin pedir nada.
Ya no quedan miradas que mirar, solo un río helado cruzando tu tierra blanca.
No quiero volver al mar, desde el frío de Praga, quiero quedarme quieto echado en esta cama.
No quedaran jardines en mi tierra cálida, solo este abrigo que no abriga nada.
Una cama donde echarme, un techo que mirar y un recuerdo que no es recuerdo pues la muerte lo tacha. Tacha la vida y sus sueños, tacha toda esperanza. La muerte negra, muy negra , no deja ver nada, salvo su imagen desnuda tachando el alma.
Los recuerdos son dolores con la muerte callada, la vida ya no es vida sino vida silenciada.
El silencio nos deja en alguna cama, con sus dientes rechinando cerca, con el rechinar que a la muerte agrada.
Que solos nos deja la muerte con el alma silenciada. Un abrigo, una cama y en el techo la mirada.
Es la muerte del frío o del bochorno con su peste mala, su puerco aliento llenando los cuerpos, llenando las almas.
Quiero irme de Praga, de cada ciudad, de cada montaña. Quiero una cueva, un abrigo y una cama y la mirada en el techo para no mirar nada
No hay comentarios:
Publicar un comentario